Actividad física en la enfermedad renal
Julio 2017
Lo ideal es que la enfermedad renal crónica se afronte desde un punto de vista multidisciplinar, con la intervención de varios profesionales. Por ejemplo, el nefrólogo tiene que realizar el seguimiento del paciente para intentar enlentecer la progresión de la enfermedad renal adaptando la prescripción de fármacos, controlando la anemia y haciendo un seguimiento de la función renal para que, en caso necesario, se inicie el tratamiento renal sustitutivo de forma programada (hemodiálisis o diálisis peritoneal). Junto con enfermería y el especialista en nutrición, se deben elaborar planes de alimentación para evitar el exceso de sustancias que el riñón no es capaz de eliminar en su totalidad y cuya acumulación puede resultar perjudicial, como puede ser la urea (fruto de la ingesta proteica), el fósforo o el potasio. Además, hay que evitar la desnutrición que puede producirse por este tipo de alimentación restrictiva.
Puedes consultar más información sobre una nutrición adecuada en la sección La Despensa de Nefralia
La enfermedad renal puede tener distintas causas, pudiendo tener su origen en enfermedades sistémicas como la diabetes y viene, frecuentemente, asociada a la hipertensión arterial.
Entre los muchos efectos de la enfermedad renal crónica, está la disminución de la capacidad funcional del paciente, lo que supone una disminución de la calidad de vida, ya que el paciente será más dependiente. Esto requiere que necesitará ayuda para realizar muchas de las acciones de la vida diaria como, por ejemplo: vestirse o ducharse, para salir a la calle, etc. Esta dependencia puede suponer una disminución de la autoestima y un aumento del sentimiento de inseguridad. Por todo esto, los profesionales recomendamos incluir la actividad física dentro del cuidado integral, ya que va a tener un efecto beneficioso sobre la progresión de la enfermedad.
La actividad física es buena para el paciente renal, pero debe acomodarse a la edad, condición física y cualquier otra alteración que pueda presentar el paciente.
Lo ideal es que el ejercicio esté prescrito y supervisado por personal formado y capacitado, pero esto no siempre es posible, ya que hay pacientes que no cuentan con medios suficientes o para los que acudir a un centro deportivo puede no resultar una actividad atractiva.
- En primer lugar, hay que buscar actividades que resulten atractivas. Por ejemplo, bailar, pasear, nadar, yoga, taichí o practicar algún deporte, como pádel, tenis, golf, etc.
- Subir y bajar escaleras es un ejercicio que está al alcance de todos, aunque muchas veces esto puede suponer un reto; hay que empezar poco a poco, subiendo primero un piso e ir incrementando con el tiempo el número de pisos a subir.
- Otra forma de fortalecer la musculatura de las piernas es levantarse y sentarse un número de veces, determinando el primer día cuál es la meta que hay que superar.
- Algo tan sencillo como ir a la compra caminando y cargando con las bolsas (evidentemente, si no es una compra grande).
- Intentar caminar un mínimo de 30 minutos o más al día, o 30 min. por la mañana y 30 por la tarde. Si se disponen de cuentapasos o podómetros, caminar un mínimo de 8.000 pasos al día.
- Para las personas con vida laboral activa, ir al trabajo caminando o en trasporte público, bajándose una parada antes, etc.
Si es posible, se puede acudir a un centro deportivo, donde hay que alternar ejercicio aeróbico (como bicicleta, cinta, elíptica, etc.) con ejercicios de musculación y tonificación, trabajando masas musculares grandes (ejercicios de pierna, espalada y pecho), evitando trabajar masas musculares pequeñas (brazos), sobre todo si hay hipertensión (ya que aumentan la tensión arterial). Otra opción igualmente válida es asistir a clases colectivas, evitando aquellas que sean más intensas, y es necesario informar al monitor para que indique qué ejercicios alternativos se pueden realizar en caso de que la clase incluya movimientos poco recomendados.
No todas las personas con enfermedad renal crónica están en la misma situación. Por ello, no se puede generalizar cuál es el momento oportuno para realizar el ejercicio. Hay que buscar el mejor momento dependiendo de las características personales.
Los pacientes en hemodiálisis pueden terminar tarde la sesión de diálisis o manifestar problemas como mareos o cansancio. Por ello, al terminar la sesión no suele ser un buen momento para hacer ejercicio y quizá sea mejor realizar actividad física antes de la sesión, intradiálisis a primera hora (siempre supervisadas) o el día que no se dializa.
Los pacientes en diálisis peritoneal deben realizar la actividad física sin líquido en el abdomen para evitar el riesgo de hernias abdominales o un aumento de presión del catéter. Además hay que tener en cuenta que se debe evitar hacer ejercicio intenso en los abdominales.
Antes de terminar hay que señalar que el ejercicio debe ser seguro y controlado. Por ello, hay que evitar el ejercicio de alta intensidad y, en caso de aparecer alguna molestia, interrumpirlo, y consultad lo antes posible con el nefrólogo. La práctica de ejercicio sin control puede acarrear lesiones musculares, o efectos cardiovasculares indeseables.
Ángel Nogueira Pérez
Nutricionista. Servicio de nefrología del Hospital Universitario de La Princesa. Madrid
Colaborador de la Fundación Iñigo Álvarez de Toledo